domingo, 16 de enero de 2011

Escultura americana colonial.

En la escultura americana colonial destacan especialmente las obras de imaginería dedicadas a los templos. No fue largo el tiempo transcurrido desde la conquista hasta la llegada de artesanos y retableros españoles que, además de crear piezas, comenzaban a formar a los indígenas y mestizos de aquellas tierras.



La capacidad económica del Virreinato de Nueva España hacía posible la importación de obras de grandes maestros sevillanos, como las de Martínez de Montañés y su taller en el siglo XVII.

También Lima, asiento de una corte lujosa y una jerarquía eclesiástica, importaba esculturas y cuadros de maestros flamencos, españoles e italianos.

El material empleado por antonomasia fue la madera. Sobre ella, el imaginero tallaba la imagen, después de lo cual la recubría de yeso. Una vez concluido ese paso, se la llevaba al pintor o, para ser más exactos, al “encarnador”, que aplicaba a la figura una cera de color denominada “encarnación” que otorgaba a la imagen la apariencia viviente pretendida. Las ropas eran pintadas sobre un fondo de oro o plata llamado “estofado”.

Además de estas obras existieron muchas imágenes de vestir. Se trataban de maniquíes vestidos con ropas verdaderas de seda o brocato y realzadas con oro o plata, a excepción de San Isidro Labrador, al que siempre se representaba vistiendo poncho indio y acompañado de una yunta de bueyes.


A comienzos del siglo XVII se hicieron menos frecuentes los viajes de artistas que surcaban el continente como el arquitecto Becerra, el pintor Angelino Medoro y el escultor Martín de Oviedo. Adquirieron fuerza en ese momento las escuelas locales, como la cuzqueña de pintura y la quiteña de escultura.

En el monasterio de los franciscanos de Quito, Ecuador, se fundó en 1534 la más importante escuela de escultura y pintura, que ejercía influencia sobre toda la escultura sagrada colonial.


Bernardo Legarda y Manuel Chilli “Caspicara”, por ejemplo, fueron dos de los imagineros quiteños cuya naturaleza mestiza o indígena no se aprecia en sus obras.

Una de las únicas imágenes realmente americanas es la Virgen de Copacabana o Virgen de la Candelaria, de Francisco Tito Yupanqui, descendiente de incas.

Virgen de Copacabana, patrona de Bolivia, Francisco Tito Yupanqui.



El cuerpo de la imagen, tallado en madera de maguey, está laminado en oro fino. Sus ropas reproducen los colores y las vestiduras de una princesa inca. Luce lujosos mantos y una peluca de cabello natural. La imagen, que mide aproximadamente un metro, sostiene en la mano izquierda al Niño como si lo estuviera mostrando. En la derecha porta una canastilla y una vela, lo que le otorga el nombre de Virgen de la Candelaria.




La mayoría de esculturas de Paraguay, del Río de la Plata y de Chile provienen de los talleres de las denominadas reducciones jesuíticas. Estas misiones fueron fundamentales para familiarizar al indígena con la pintura, la escultura y las técnicas de construcción y ornamentación de edificios.

Cabe destacar como importante escultor a Antonio Francisco Lisboa, el Aleijadinho.

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